Donde acaban los mapas es una novela compuesta por varias capas; tantas como el lector quiera encontrar en sus páginas.
Es una historia que nos habla del destino, que puede atravesar una vida y romperla de parte a parte, sin que podamos hacer nada para evitarlo (al protagonista, una simple decisión en un momento convulso le destruyó la suya).
Es una historia que nos habla del destino, que puede atravesar una vida y romperla de parte a parte, sin que podamos hacer nada para evitarlo (al protagonista, una simple decisión en un momento convulso le destruyó la suya).
También es, ante todo, una historia de emociones: la emoción de un amor intemporal presente en la realidad vital de sus protagonistas. La emoción del poder de la amistad. O la emoción de sentir físicamente los espacios que nos forjan como personas (el lugar donde nacemos, donde amamos o donde nos descubrimos a nosotros mismos).
El lector podrá bucear por el sedimento que habla de los sueños por realizar y de la ilusión por vivir. O de la búsqueda de la felicidad (la protagonista necesita continuos incentivos para hallarla; el protagonista, acostumbrado a sufrir, se conforma con poco).
Y una idea sobre la que la autora está basando su segunda novela: el concepto de lo que parece real y no lo es. Lo que existe y lo que no. Sobre la ambigüedad de la realidad.
Es, en suma, una novela donde existe un misterio latente, expresado de distintas formas; y un enigma entre lo que es y lo que parece ser.
Y, como afirma uno de sus personajes: “Esta no es una historia de buenos y malos. Es sencillamente una historia de cosas que pasan”. De cosas que pasaron y se resuelven en la actualidad. En esta sorprendente historia a caballo entre dos épocas.
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