El anciano contó despacio los pocos billetes y monedas que descansaban sobre la mesa. Los miró pensativo. Aquel era todo el dinero que le quedaba. El adelanto de varios meses de alquiler había menguado severamente sus reservas, así que tendría que buscar alguna manera de obtener ingresos. Y pronto. Encendió dos varillas de incienso en el pequeño altar que había creado sobre una repisa de un rincón del cuarto y meditó con los ojos cerrados durante un par de minutos. Después, cogió su gastado gabán verde y, aún sin ponérselo, salió de la habitación con paso ágil, sin tener todavía muy claro hacia dónde".
(Donde acaban los mapas)
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